viernes, 25 de febrero de 2011

El legado de Prometeo

La poesía de Miguel Torres Pereira
JAIME ANGULO BOSSA
 
Su título, “Estación del instante”, pasma. Menos no se puede soñar, ni cantar. Gota de pluma de poeta y respiro detenido que lo mece, mira y se embelesa con ella.
Poemario breve, de enjuta pero tersa lira, llega a mí como paloma mensajera de la belleza desde Arjona, donde nació y vive su autor. Mis pasos, ya lejanos, se anticiparon allí a los suyos y quizás, si quitaran de sus trochas el tiempo y el polvo que los tapan, se verían las huellas del adolescente que yo era y no podía adivinar que alguien, posterior caminero, llevara en sus alforjas tesoro tan poético y con él deslumbrara al transeúnte anterior, que viejo escritor ahora, encandilado está por este adulto poeta de 49 años y la luz de su breviario lírico.
¿Su nombre? Miguel Torres Pereira cuyo segundo apellido, el mismo también de mi abuelo materno, le sirve para la poesía que hermosamente escribe y a mí tal vez para la dialéctica prosa de mi ideario. Por eso mientras él es pluma al viento que roza el corazón, lo deleita y de él se adueña, yo soy principio sembrado en mi conciencia siempre combatiente y combatido pero recio ante intolerantes que quisieran callarlo. Por eso pienso que el poema tiene más fuerza en lo bello que encierra que el cemento en la viga del político antipueblo que sobre ella cree sostenerse a sabiendas de las fracturas éticas que la quiebran.
Perteneciente a la “Colección Los Conjurados” de “Común Presencia Editores” y antecedido por magnífico prólogo de Argemiro Menco Mendoza, intelectual, emocional y estéticamente rapo los 46 poemas de “Estación del instante” y no los devuelvo. Ya los metí debajo de mis sueños para oírlos, acompasadamente con ellos, y comprender por qué el instante estacionado repetido en cada verso supera gigantesca belleza dicha de una vez.
Yo, y lo he confesado, que no pude ser poeta alado sino ideólogo de pies secos y he dicho por qué no pude, me declaro poseído por los poemas de “Estación del instante”. No siendo crítico literario sino víctima afortunada del buen gusto inmerso en la poesía, el pensamiento que profeso no me cierra el paso para llegar hasta ella basado en que el político acusado de roma sensibilidad, a veces la pule y canta. Al contrario: me lo abre como flor que se expande al ser tocada por el sol o la brisa. Ahora lo estoy por la gracia pequeñita del instante bellísimo que Torres el poeta estaciona. ¡Qué raro espécimen humano soy al pensar más cuando me asedian rumores estéticos como ahora! Lo digo sin rubores: No quiero que me quiten las esposas que esta poesía me ha puesto para que, preso de su hermoso aliento, me quede de pie ante ella alimentándome del arco iris de sus versos cuyos colores me llevarán al sitio donde nace el firmamento.
¿Cuál de los poemas de Torres me deleita más? ¿En cuál instante de esa estación fugaz sus versos paralizan mi mundo durante el segundo que requiere la inspiración? Enfilados como soldados del arte con sus morrales eternos, todos responden con dianas que señalan amor, dolor, vida, muerte, brisa y mar, mar de olas conjuradas huyendo del viento perseguidor.
Solidario con todos a ninguno cito, mas de pie sobre tan leve “Estación del instante” los llamo para que mi conciencia ideológica vea en ellos el alado corazón poético que no tuve.
*Abogado, catedrático, ex Representante, ex Senador, ex Gobernador, ex embajador ante la ONU.
http://www.eluniversal.com.co/opinion/columnas/la-poesia-de-miguel-torres-pereira